La Virgen que se apareció en el Río Jarama

Corría el año 1100 aproximadamente. El Molar era una pequeña aldea de la sierra perteneciente a la villa de Talamanca del Jarama, junto con otras aldeas como Valdetorres. Las labores de la época se centraban en el campo: agricultura y ganadería, por lo que los Molareños salían a diario a la ribera del Río Jarama. Estamos en tiempos de la Reconquista cuando era habitual que aparecieran imágenes escondidas por miedo a los invasores musulmanes. También la Iglesia, con el fin de ahondar en la devoción y la fe del pueblo, escondían tallas para que posteriormente gente humilde las encontrara. 

Una buena mañana unos pastores con su ganado recorrían los prados de la ribera del Río Jarama. Parecía una mañana distinta, la naturaleza parecía inquieta en estos terrenos y los pastores se asombraban. De pronto todo se paró y un fuerte viento comenzó a recorrer todo el río y los terrenos que le limitaban. Se formó un gran remolino que era capaz de levantar hasta la tierra, los pastores se asustaron terriblemente, la Tierra parecía hasta temblar para estos humildes molareños. De nuevo volvió la calma y la tempestad paró con una gran noticia: el remolino había hecho aparecer una pequeña talla de la Virgen María. Aquellos pastores la entregarían al sacerdote de El Molar para que la entronizara en la Parroquia como un hecho milagroso para aquella pequeña comunidad cristina. A la mañana siguiente cuando los devotos quisieron acercarse a la Sagrada Imagen esta había desaparecido. Los pastores llenos de tristeza por su querida imagen había desparecido fueron de nuevos a los terrenos donde el día anterior la Sagrada Imagen había aparecido. Para su sorpresa, allí estaba la Virgen como el día anterior. De nuevo corrieron hasta la aldea donde contaron lo sucedido al sacerdote quien interpretó que la Virgen Santísima quería que su lugar de veneración fuera la orilla del Río Jarama. 

Desde entonces esta devoción tan singular de la sierra madrileña recibe la veneración y culto de todos sus hijos en su Ermita que se levantó cercana al Río pero salvando una distancia prudencial que permitiera que no se inundara ante las crecidas del Río. 

Con el devenir de los primeros años las aldeas de El Molar y Valdetorres se disputaron la imagen de la Virgen, pues la devoción de ambos emplazamientos por la Santísima Virgen era profundo. Tras varios pleitos es en el año 1505 cuando el Cardenal Cisneros sanciona que la Virgen del Remolino es propiedad de El Molar. Pese a esto y siguiendo antigua tradición, los vecinos de Valdetorres acuden en romería cada mes de septiembre hasta la Ermita de la Virgen del Remolino.